CUENTO PARA RELAJARSE: LA TORTUGA TILA






 EL CUENTO DE LA TORTUGA TILA. RELAJACIÓN

Este es un cuento para aprender a relajarse, podéis contárselo a vuestros hijos y disfrutar con ellos :)
 
Instrucciones para padres: para leer el cuento al niño debemos elegir un momento del día especialmente tranquilo, la hora de irse a la cama es perfecto!
Leeremos el cuento e invitaremos al niño a que imite a la tortuga, de tal forma que para "esconderse en el caparazón" lo que haremos será sentarnos o ponernos agachados y agachar la cabeza juntando la barbilla con el pecho y cerrando los brazos. Una vez estemos en esa posición tendremos que contar hasta 10 y respirar lentamente, después repetiremos 3 veces "estoy tranquilo" y después poco a poco nos pondremos de pie y seguiremos con nuestra actividad pero de una forma más relajada.

En algunas ocasiones será un poco difícil “hacer la tortuga” en ese caso es suficiente con quedarse quieto poner los brazos en el pecho y bajar la barbilla contando hasta 10 y repitiendo la frase "estoy tranquilo"



Es conveniente que hagamos el ejercicio con nuestros hijos, para que ellos tomen ejemplo y así, reforzamos su aprendizaje. Podemos decir: “estoy un poco nervioso, voy a meterme en mi caparazón para relajarme” y aplicar la técnica



Podéis usar vuestra imaginación, y explicarles que el caparazón es mágico, nadie puede verlos mientras están dentro…. Es un sitio secreto que sólo conocen ellos!!



Ya veréis cómo se relajan,.. debéis practicar el cuento cada día y así el niño irá aprendiendo al técnica como un juego y la podrá aplicar cuando lo necesite

“Antiguamente había una hermosa y joven tortuga, tenía 6 (7, 8,…) años y acababa de empezar el colegio. Su nombre era TILA. A ella no le gustaba mucho ir al Cole, prefería estar en casa con su hermano menor y con su madre. No le gustaba aprender cosas en el colegio, ella quería correr, jugar… era demasiado difícil y pesado hacer fichas y copiar de la pizarra, o participar en algunas de las actividades.



No le gustaba escuchar al profesor, era más divertido hacer ruidos de motores de coches que algunas de las cosas que el profesor contaba, y nunca recordaba que no los tenía que hacer. A ella lo que le gustaba era ir enredando con los demás niños, meterse con ellos, gastarles bromas. Así que el colegio para ella era un poco duro.

Cada día en el camino hacia el colegio se decía a si misma que lo haría lo mejor posible para no meterse con ellos. Pero a pesar de esto era fácil que algo o alguien la descontrolara, y al final siempre acababa enfadada, o se peleaba, o le castigaban. “Siempre metida en líos” pensaba “como siga así voy a odiar al colegio y a todos.” Y TILA lo pasaba muy pero que muy mal.

Un día de los que peor se sentía, encontró a la más grande y vieja Tortuga que ella hubiera podido imaginar. Era un vieja Tortuga que tenia más de trescientos años y era tan grande como una montaña. TILA le hablaba con una vocecita tímida porque estaba algo asustada de la enorme tortuga. Pero la vieja tortuga era tan amble como grande y estaba muy dispuesta a ayudarla: “¡Oye! ¡Aquí!” dijo con su potente voz, “Te contaré un secreto. ¿Tú no te das cuenta que la solución a tus problemas la llevas encima de ti?”. TILA no sabia de lo que estaba hablando. “¡Tu caparazón!” le gritaba “¿para qué tienes tu concha? Tu te puedes esconder en tu concha siempre que tengas sentimientos de rabia, de ira, siempre que tengas ganas de romper, de gritar, de pegar…

Cuando estés en tu concha puedes descansar un momento, hasta que ya no te sientas tan enfadada. Así la próxima vez que te enfades ¡Métete en tu concha! A la Pequeña Tortuga le gustó la idea, y estaba muy contenta de intentar este nuevo secreto de la escuela.  Al día siguiente ya lo puso en práctica. De repente un niño que estaba cerca de ella accidentalmente le dio un golpe en la espalda. Empezó a sentirse enfadada y estuvo a punto de perder sus nervios y devolverle el golpe, cuando, de pronto recordó lo que la vieja tortuga le había dicho. Se sujetó los brazos, piernas y cabeza, tan rápido como un rayo, y se mantuvo quieta hasta que se le pasó el enfado. Le gustó mucho lo bien que estaba en su concha, donde nadie le podía molestar. Cuando salió, se sorprendió de encontrarse a su profesor sonriéndole, contento y orgulloso de ella.

Continuó usando su secreto el resto del año. Lo utilizaba siempre que alguien o algo le molestaba, y también cuando ella quería pegar o discutir con alguien. Cuando logró actuar de esta forma tan diferente, se sintió muy contenta en clase, todo el mundo le admiraba y querían saber cuál era su mágico secreto”.



Espero que lo disfrutéis!

Mónica Nieto

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